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lunes, 1 de abril de 2013

Colmillos manchados

La menguante luna era lo único que iluminaba la calle, años antes la ciudad brillaba esplendorosa, poco a poco la pobreza y la enfermedad fueron devorando todo, imperceptible, silenciosa, una presencia lentamente se trasladaba por las calles, una sombra que se fundía con la oscuridad, ni siquiera un aullido nocturno quebrando el silencio de la noche por unos instantes fue motivo para interrumpir su camino, su calma. Parecía alguien común sin distanciarse demasiado físicamente del resto, su blanquecino color facial podía tener explicación como escaso contacto con el sol, o primer contacto con la enfermedad. Tras de si un rojo rasgo quebrando la continua regularidad del terreno, llego a su destino, saciado, satisfecho contemplo con una sonrisa su eterna compañera, su poderosa amante, la menguante luna.

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